LA FORTALEZA DE MADURO, JUSTO CUANDO LA MUERTE TRUENA

07.08.2018 13:38

La fortaleza de Maduro, justo cuando la muerte truena

El grupo autodenominado Soldados de Franelas, se adjudicó el atentado contra la vida del Presidente venezolano.

En medio de una multitudinaria actividad en la avenida Bolívar de la ciudad de Caracas, a propósito del aniversario 81 del nacimiento de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), dos drones cargados con material explosivo estallaron cerca de la tarima presidencial, cuando el primer mandatario nacional se disponía a cerrar su discurso frente a los presentes.

Según versiones policiales, donde los drones cayeron luego de la explosión se constató la existencia de material explosivo. Fuentes «extraoficiales» relatadas por un periodista opositor, de nombre Román Camacho, recalcaron que los artefactos contenían explosivos c4.

Minutos después, un grupo denominado Soldados de Franelas, vinculado al extinto grupo paramilitar del ex CICPC (Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas), Óscar Pérez, que a finales del año pasado realizó varios atentados armados a instituciones civiles y militares en el país, se adjudicó el atentado por redes sociales.

Este reconocimiento anuló la narrativa del «autoatentado» o de «una explosión aislada» en un edificio aledaño a la avenida Bolívar, que algunos operadores en redes sociales y medios internacionales, como Associated Press, habían tratado de instalar para distraer la atención y encubrir responsabilidades.

La célula encabezada por Pérez fue desmantelada mediante un fuerte enfrentamiento con las fuerzas de seguridad a principios de este mismo año. Sin embargo, la vuelta a la escena de uno de sus remanentes, indica que la carta paramilitar contra Venezuela también sigue sobre el tablero.

Las primeras pesquisas, según el jefe de Estado, arrojan la vinculación del eje Bogotá-Miami, del presidente saliente de Colombia, Juan Manuel Santos, y de operadores radicados en la Florida. 

 

LOS ASPECTOS SIMBÓLICOS Y MATERIALES: SELECCIÓN DEL MOMENTO, LENGUAJE CORPORAL Y LÓGICA DEL ESPECTÁCULO

El intento de magnicidio mostró, también, una carga de violencia simbólica específica, dirigida a entidades políticas sensibles a la estabilidad del país y al Estado en general. La naturaleza del evento que se daba en la avenida Bolívar, como quienes integraban la tarima presidencial, a su vez describe la selección de un momento específico para llevar a cabo la operación.

Se celebraba el aniversario de la gnb, cuerpo militar encargado del orden interno. Atacar justo en ese acto y no en otro al Presidente, llevaba consigo el correlato simbólico de exhibir al cuerpo castrense como vulnerable y sin capacidad de respuesta.

Pero el atentado falló, y en consecuencia lo que tenía que desencadenarse si lograba su objetivo de afectar la vida del Presidente: la acumulación de una «masa crítica» vía propaganda para propiciar el caos, aprovechar la situación para generalizar una retórica del alzamiento propagada desde poderes externos y «resolver» el «vacío de autoridad» con una medida de fuerza externa como único mecanismo para «estabilizar» la nación e imponerle la banda presidencial a los múltiples próximos presidentes de Venezuela que aguardan gobernar.

Que haya sido en medio de una cadena de radio y televisión describe la intención de imprimirle cierta lógica del espectáculo al hecho; a eternizar en el imaginario colectivo un precedente mortal para la historia contemporánea del país. No solo buscaban matarlo, sino que fuera un hecho espectacular, mediatizado y en cadena nacional.

En la política, a veces el lenguaje corporal dice más que los discursos. Y en ese renglón el presidente Maduro entra a la historia precisamente por su conducta en una situación en definitiva extrema: en el momento de la explosión, se le vio inalterable, tranquilo, incluso con disposición a continuar el discurso con la muerte en frente.

Si este momento sirve como precedente para internalizar hasta dónde están dispuestos a llegar los operadores de la guerra contra Venezuela, también es útil para ver la determinación de Maduro y su fortaleza, justo cuando la muerte truena. 

 

PARAMILITARIZACIÓN DE LA POLÍTICA, TECNIFICACIÓN DE LA VIOLENCIA Y LOS SALTOS CUALITATIVOS DESDE EL GOLPE AZUL

Es con el Golpe Azul (fallido) que se introduce con mayor nitidez en la política venezolana un tipo de violencia política donde el factor armado juega un papel central. Es allí donde comenzó a encontrar puntos de convergencia la conspiración interna en el mundo castrense, patrocinada desde el extranjero, el espectro más demente de la oposición venezolana y el suministro financiero estadounidense y colombiano hacia agendas antipolíticas. Allí se destacaron Julio Borges y Antonio Ledezma como operadores de guerra sucia.

Es desde ese plan de bombardear el Palacio de Miraflores y asesinar al presidente Maduro que, hasta la actualidad, puede observarse una mutación operativa, una ampliación en las capacidades y una profesionalización en los métodos, que viene aumentando su presencia en la vida política del país.

Muestra de ello no fue solo el grado de preparación en guerra urbana en los operadores de las guarimbas del 2014 y 2017, sino la emergencia de una versión criolla del Estado Islámico, caso Óscar Pérez y su célula, con un sentido sofisticado y selectivo de la violencia irregular. Sus ataques a instituciones civiles y militares así lo demostraron.

Un reportaje del medio especializado en finanzas Bloomberg, publicado el mes de junio, ratificó lo que sabemos desde el Golpe Azul: Colombia ha servido como base de operación, financiamiento y coordinación de planes golpistas contra Venezuela.

Esta vez se llamaba «Operación Constitución» y había sido planificada en Bogotá, con respaldo de financieros y militares colombianos. El objetivo era secuestrar a Maduro y llevarlo a juicio, aunque no dice ante cuál instancia. Con sólo tener dos dedos de frente, se puede decir que sería el «Tribunal Supremo en el exilio», el cual utiliza el Congreso colombiano para sala de reuniones y específicamente para «enjuiciar a Maduro».

La siguiente secuencia habla por sí sola: luego de permanecer callado por meses, el autoexiliado Julio Borges, de quien sabemos que no le hace el feo cuando de golpes de Estado se trata, resucitó en redes sociales para predecir que la caída de Maduro estaba cerca. Al unísono, el presidente Juan Manuel Santos también alertó que el fin de Maduro era inminente.

El plan de recuperación económica diseñado por el presidente Maduro y su equipo de Gobierno ha sido una estrategia presentada como integral para atacar los focos sensibles de la guerra económica y devolverle al país la estabilidad.

El plan implica un reordenamiento de la política monetaria y cambiaria, una reorganización del subsidio a la gasolina y una en el mercado de divisas para restarles influencia a los indicadores del dólar paralelo en la formación del sistema de precios.

Regiones importantes del oriente colombiano, sus élites políticas ligadas al narcotráfico y al paramilitarismo, incluso su tejido económico y empresarial, dependen del saqueo a los combustibles venezolanos para mantener un estado artificioso de soberanía económica que no es tal. La imagen del atentado fue consistente y sintetiza el nuevo escenario de recrudecimiento iniciado después del 20 de mayo, aquel donde se le imprime a la situación venezolana un sentido de inseguridad total, donde toda la vida de la sociedad está en riesgo.

Y si el plan de recuperación económica busca frenar ese proceso, entonces hay que socavarlo. Y si las sanciones y la presión internacional no pueden, si no podemos colocar a la población en contra, entonces hay que matar al líder. Ese es el razonamiento que los llevó a asesinar a Patrice Lumumba, Omar Torrijos, y tantos otros. Si no puedo controlarte, te mato.

Y matar, en esos términos, implica, por sobre todas las cosas, fracturar una sociedad, romperla para siempre. Eso buscaban, y nuevamente no pudieron.

* Tomado de Misión Verdad - Granma Cuba.